viernes, 23 de octubre de 2009

Por debajo de las vías


Son muchas las veces en que pasamos por debajo de las vías de un tren. Sólo algunas de esas veces, sucede que por pura casualidad el tren pasa por encima de nuestras cabezas. Es de común conocimiento, que dicha situación nos abre la posibilidad de pedir un deseo. Claro, lo que se premia aquí es la coincidencia en su costado femenino o el coincidir en su arista masculina. Y uno tiene el derecho de pedir un deseo y entregárselo a los vientos, que de seguro saben a donde llevarlos.
Ocurre que en el barrio de Avellaneda, cerquita de barracas, ahí donde empieza la provincia y termina la Capital Federal, anda un tren que tiene sus seguidores. Cada veinte minutos pasa el tren por esas vías y cada veinte minutos están ellos y ellas con el puente como techo. Estas personas, poseedoras del derecho envidiable de pedir tantos deseos, no parecen recibir lo que es suyo. Montones de basura definen la geografía del lugar. Los niños rotan el único par de zapatillas con sus hermanos y más de uno anda sin remera o pantalón. En la misma basura pasan el día. La usan de juguete, de combustible para el fuego, de asiento. Es en el suelo, lo que la arena en la playa. Sus casas están hechas de rejuntes. Chapas, maderas, bolsas de nylon, plásticos. A simple vista se nota que el frío no se avergüenza de pasar por esas paredes. Y, por supuesto, no cuentan con ningún sistema contra sismos o algo que pueda aguantar el tembleque que se sucede cada veinte minutos, cuando pasa el tren que transporta gente, pero no deseos.








Se ven rostros de niños alzados que miran hacia las vías, buscando un deseo que caiga desde arriba.










Son menos las que coincidimos con el tren pasando por encima de nuestras cabezas Y es de común conocimiento que es una de las situaciones de la vida que nos permiten pedir un deseo. Tal es así que, cual ministerio de la nación, podría declarársele de interés general.
Manu

Todo se Transforma




Hoy siento, más que nunca, que "lo que hacemos" vale la pena.
Aunque muchos no lo vean, aunque tantos no lo entiendan,
aunque muchos otros, nos teman.
Aunque sea algo tan invisible o insignificante, para tantos.
Aunque también sea, para algunos, una manera de hacer solidaridad
entre otras posibles. Y sea titulado, "lo que hacemos" con palabras tan diversas, como apoyo, contención, o simple entretenimiento, pasatiempo, diversión para los chicos, espacio de descarga, asistencialismo, y otros tantos apodos que escuché en esta corta historia de trabajo de nuestro hermoso grupo.
Es un proyecto muy valioso el que estamos sosteniendo, al que queremos seguir viendo crecer, porque es tan nuestro, tan de todos.
Porque seguimos aprendiendo la manera de combinar y retro-alimentar la reflexión y la acción con las personas-itas que viven en nuestro entorno más cercano, la villa. Y supimos ir construyendo, no sin dificultades, un vínculo con el barrio, fuerte, fuertísimo, doloroso, mágico, con respeto, con curiosidad, con ansiedad, con libertad, con profunda felicidad.
Y seguimos intentando generar un espacio diferente, donde no regalamos nada, donde no ponemos nota, donde no nos copiamos, donde “no pegarse y no ser atrevido”, son las reglas de oro que inventamos entre todos.
Y recuperamos el valor del juego, del arte, de la asamblea, del compartir la merienda, del escucharnos, del ayudar a los más chiquitos, nada más transparente y peligroso que esto. De esto se trata nuestra lucha cotidiana, nuestra militancia.
Esto es y seguirá siendo una búsqueda. Buscamos manos, buscamos respuestas, buscamos preguntas. Buscamos desafíos y muchas veces también, buscamos ayuda.
Y encontramos hoy, reflejados en esos ojitos y ojitas, en esas miradas y en esos piesqueabrazan bocasquesaltan manosqueríen, los motivos para seguir andando.
Lo que pensamos es lo que hacemos, que es posible ponerle alas a este espacio de educación -léase liberación, apertura, no domesticación- para los chicos, que son de todos relativamente, porque no son de nadie completamente. Estas vidas nuestras, y esas vidas de todos ellos y de todas ellas, se encuentran en este espacio creado, en donde ya no hay un nosotros y un ellos, porque es aquí donde nos encontramos de verdad. Con sus deseos, con nuestras esperanzas, con sus ideas, con nuestras soledades, con nuestras dudas, con nuestro hambre, con sus certezas, con sus aprendizajes, con imaginación… y con algo nuevo bajo el sol…
Gracias a ustedes, a cada uno y cada una de ustedes, por haberme enseñado a que vale la pena jugar y bailar, llorar y asustarse, indignarse y enamorarse, siendo parte de esta experiencia tan intensa como simple, porque se sostiene en el amor por lo que hacemos.
Hoy más que nunca, sé que vale la pena encontrarse, y que hay mucho, mucho, mucho más por hacer.




Juli